El ser por el cual se pregunta en Sein und Zeit es, en este sentido, el ser en general. La pregunta por el ser es la pregunta fundamental de esta obra, por cuanto ella constituye tanto su punto de partida como su punto de llegada. Heidegger, como es sabido, no responde en esta obra a la pregunta por el ser en general. Incluso esta pregunta parece caer en el olvido en su obra posterior.18 Ya en la "Introducción", Heidegger nos había hecho saber que la meta provisional del tratado es la interpretación del tiempo como horizonte posible de toda comprensión del ser en general. Pero nada más.
Preguntar ¿qué pasa con el ser?, significa nada menos que repetir el origen de nuestra existencia histórico–espiritual, con el fin de transmutarlo en otro comienzo. Eso es posible. Inclusive constituye la forma decisiva del acontecer histórico, porque se sitúa en el acontecimiento fundamental (Grundgeschelmis). Pero un comienzo no se repite cuando se platica sobre él, como si fuese algo de otros tiempos, algo ya sabido y que meramente se deba imitar, sino al recomenzarlo originariamente, con todo lo que un verdadero comienzo tiene de extraño, oscuro e inseguro. La repetición, tal como nosotros la entendemos, es por completo diferente de una prolongación progresiva de lo anterior y realizada con los medios de éste.19
La apertura del ser en su totalidad supone, entonces, hacer el llamado a aquello a lo que se pregunta, a lo interpelado (Befragtes) en lo preguntado (Ge–fragtes). Lo interpelado en la pregunta por el ser es el ente, al que se pregunta por el sentido del ser y el ente que hace esta pregunta a partir de la comprensión (Verständnis) de su propio ser: el Dasein. Éste es el ente capaz de hacer la pregunta y, en todo caso, capaz de responderla. No podemos tomar como obvia la noción de ente. Su presunta evidencia es el resultado de una serie de aperturas histórico–culturales que constituyen más bien el sentido del ser.
Pero la elaboración del problema lleva a Heidegger a descubrir algo distinto: no una estructura trascendental en el sentido de Kant o de Husserl, ni una totalidad dialéctica (Hegel o Marx), sino la inconsistencia de uno de los rasgos metafísicamente tradicionales del ser: tal es, la estabilidad en la presencia, la eternidad, la entidad o ousía. Reflexionar sobre la diferencia entre el ser y los entes, la llamada diferencia ontológica, lleva mucho más lejos de lo que Heidegger esperaba. Primero, esta diferencia significa que el ser no es: el ser, más bien, acontece.20 No es el óntos ón el dato sensible en su inmediatez; pero tampoco lo es el trascendental, como quería el neokantismo.
Ya de este modo se avistaba en Sein und Zeit el retroceso de la pregunta por el ser en general a la pregunta por el ser del Dasein. Lo que estaba a la base era, embozado, el pensamiento de la diferencia ontológica.21 Y aunque Heidegger mismo llama la atención sobre de ello, aún no lo hace con la categoricidad que lo hará cuando se le revele la diferencia fundamental. Por lo pronto, en esta obra se limita a prever lo que acarrearía una interpretación de Sein und Zeit en la que se perdiera de vista la distinción y la función de ambas preguntas, así como su correspondencia. La omisión de la distinción entre la pregunta por el ser en general y por el ser del Dasein, y de la conformidad entre ellas acarrearía una inevitable equivocación (Missverständlich).22 Precisamente la indistinción de las dos formas anteriores de preguntar por el ser da lugar a denunciar un presunto "círculo vicioso"23 en el proceder de esta obra.
El círculo vicioso trata de una prueba que parte de supuestos ya contenidos en lo que justamente quiere probar. En ella se hace intervenir las dos preguntas, a saber, por el ser del Dasein y por el ser en general, de tal suerte que en éstos se objeta específicamente la pretensión de determinar primero el ser del Dasein y de hacer luego, a partir de esta determinación, la pregunta por el ser en general. En lugar de un círculo in probando se trata de otra forma de preguntar24 (Rückoder Vorbezogenheit). La búsqueda de aquello por lo que se pregunta está sujeta a la circularidad de un proceso, en la cual el ser en general es tanto "retroferido" como "proferido" con respecto a la pregunta por el ser del Dasein.25
¿Qué es lo que ha intentado Heidegger hasta este punto de la investigación en la obra de 1927? ¿Qué es ser? El ser "es él mismo", dice Heidegger y el pensamiento del mañana tendrá que experimentarlo de esta forma y aprender a "decirlo". El ser no es Dios, ni tampoco se trata del fundamento del mundo, de lo que es. El ser está más allá de todo ente y, a su vez, se encuentra más cerca del hombre que cualquier otro ente. El ser es lo más cercano pero ya sabemos que lo más cercano es, a su vez, lo más lejano. Por ello, la gran pregunta platónica citada por Heidegger habría enmudecido para dar paso a eso que el filósofo de Messkirch llamó ontoteología y que el mundo contemporáneo ha trivializado. Recordemos que Heidegger ha concebido la esencia de la metafísica revelándose como historia del ser; como el pensamiento que aun cuando se plantea el problema del ser, al mismo tiempo, lo olvida y centra su preocupación en el ente.26 Ésta es una doble acusación contra un doble olvido del ser, pues hemos olvidado al ser y, por añadidura, hemos olvidado este olvido.
Este "error" no puede ser concebido como resultado de un acto humano sino como un acontecimiento que se vincula directamente al propio ser, razón por la cual constituye un "destino", una "fatalidad" que acontece al mundo Occidental. El "olvido del ser" no es un hecho que pueda atribuirse a nuestro tiempo, ni a anteriores generaciones. De idéntica manera a como la no–verdad pertenece a la verdad, el olvido del ser, constituyente de la metafísica, concierne al ser. Tal olvido queda manifiesto en la circunstancia de que para la metafísica, el ser resulta una noción obvia, que no tiene la necesidad de explicaciones ulteriores. Entonces, la metafísica entendida como el olvido del ser es nuestra determinación existencial en cuanto no somos sino apertura histórica al ser del ente; por ello la metafísica es, en este sentido, nuestra esencia y nuestro destino.
En efecto, Heidegger ha mostrado cómo, además, la constatación misma de la metafísica en su naturaleza de olvido del ser es también un hecho que pertenece a la historia del ser y no a un pensador determinado o a una conquista de la humanidad. El descubrimiento de la esencia de la metafísica sólo resulta posible cuando ésta alcanza su fase conclusiva; aún más, el descubrimiento se identifica con el acontecimiento mismo de su final. Podemos reconocer la esencia de la metafísica cuando esa esencia se hace manifiesta, y esto acontece sólo cuando llega a su término. Únicamente cuando la esencia de la metafísica —que es el olvido del ser— se hace presente, se puede reconocer el olvido como tal y se puede recordar lo que se había olvidado; por tanto, sólo entonces se muestra la posibilidad de ir más allá de ella misma. Por ello es necesario plantear de nuevo la pregunta por el sentido del ser; pero como existe un olvido de la pregunta misma y de ese olvido, antes hay que volver a despertar ante todo una comprensión del sentido de esta pregunta: "no sólo falta la respuesta a la pregunta que interroga por el sentido del ser, sino que hasta la pregunta misma es oscura y carece de dirección. Reiterar la pregunta que interroga por el ser quiere decir, por ende, esto: desarrollar de una buena vez y de una manera suficiente la pregunta misma".27 Ante la trivialización que se hace de la pregunta misma y que es ya una forma del olvido, Heidegger nos recuerda que "Sobre el terreno de los comienzos griegos de la exégesis del ser, se desarrolló un dogma que no sólo declara superflua la pregunta que interroga por el sentido del ser, sino que encima sanciona la omisión de la pregunta".28
La trivialización y la negación del problema no fue sino la forma perversa y, por tanto, la más peligrosa del olvido, al convertir el asunto en lo obvio, en lo comprensible de suyo (Selbstvertändlich). De ahí los tres prejuicios sobre el ser que han prevalecido en la historia. Ellos, nos dirá Heidegger, no nos impiden sino que nos instan a "Die frage nach dem Sinn von Sein soll gestellt werden" (hacer la pregunta que interroga por el sentido del ser).